
Cada tarde, Sandra Pérez y Francisco Ramírez, dos inmigrantes mexicanos, repasan un listado de personas. Algunos se han contagiado de coronavirus, otros tienen varios niños y han perdido el empleo, otros son ancianos con discapacidades. Todos son inmigrantes, como ellos.
Tras revisar su lista, ambos mexicanos entran a un supermercado en el barrio East Harlem en Manhattan y compran arroz, verduras, cereales, sopas y fruta, entre otras cosas. Todo con dinero donado. Luego suben a un automóvil y conducen a Queens y el Bronx, aunque a veces a otros barrios, repartiendo bolsas de comida para un promedio de 15 familias por día.

«Creo que si estamos bien físicamente, emocionalmente, entonces podemos ayudar a otros», dijo Ramírez, un jornalero de 52 años que solía hacer trabajos de construcción pero ahora le resulta difícil encontrar empleo debido a la pandemia de COVID-19.
Pérez y Ramírez forman parte de un creciente número de gente que se dedica de forma independiente a ayudar a la comunidad inmigrante que ha sido duramente afectada por la pandemia, pero que a menudo vive excluida de las ayudas del gobierno y de las organizaciones porque no habla inglés o debido a su estatus migratorio.

La comida que reparten es una pequeña forma de aliviar el sufrimiento de cuidadoras de niños, empleadas domésticas y trabajadores informales que se han quedado sin empleo.
También ayudan a inmigrantes que solían trabajar en restaurantes, servicios de limpieza de oficinas, peluquerías y otros negocios que se han visto obligados a cerrar porque son considerados no esenciales por las autoridades del estado de Nueva York.
En Stamford, Connecticut, Erika Zamora ha estado distribuyendo comida del restaurante que maneja junto a otros y que se vieron obligados a cerrar.
«La gente aquí vive de cheque en cheque. Si uno se queda sin cheque, está en problemas», dijo la inmigrante mexicana de 41 años, que planea empezar a pedir donaciones.
En Delaware, Vladimir Rosales dirige una emisora de radio en español llamada La ZMX que ha estado recibiendo llamadas de inmigrantes guatemaltecos, mexicanos, salvadoreños, hondureños y de otras nacionalidades pidiendo comida.
Las tiendas de comestibles y los supermercados de las ciudades de Wilmington y Seaford le hacen donaciones a la emisora y Rosales pide a las familias que recojan las bolsas en la estación. También las reparte.
«Es muy triste. Hay gente que llama llorando», dijo.
El Instituto de Política Migratoria aseguró que un 20% de los trabajadores estadounidenses en industrias vulnerables a despidos son inmigrantes, a pesar de que éstos sólo representan un 17% de la fuerza laboral del país.
«Mucha de la gente que ayudamos ayer se estaba recuperando del coronavirus y casi no les quedaba comida», dijo Pérez, una madre soltera de 40 años que trabaja a media jornada para la ciudad de Nueva York. «Queremos concentrarnos en ayudar a los más vulnerables».
Con información de AP.